Vaya al Contenido

email: info@ladefensa.com.arsuscriptores@ladefensa.com.ar

Editorial
La sociedad de castas
Por Ricardo J. Cornaglia            
 
La casta más poderosa y peligrosa de la sociedad moderna se oculta bajo las formas burocráticas de la investigación económica. Los economistas la nutren. De ella hacen una profesión, que no conoce diferencias esenciales entre lo público y lo privado, lo nacional o lo internacional. Un día son economistas, al día siguiente son promovidos a CEO de una empresa u organismos financieros internacionales.
La casta hace de la especialidad una ciencia infusa.
¿En esos términos ciencia?
Sí, la economía es una rama de la ciencia social, importante, no la más importante, pero influyente, por cierto. Al punto de cultivar la influencia como principal razón de ser.
Tan importante como lábil. Fácilmente corruptible por su burocratización. Fácilmente desviable de sus fines naturales, en función de los intereses de los que de ella viven. Están sus protagonistas ansiosos de acceder al poder económico que estudian como forma profesional y como es lógico fácilmente objeto de especulaciones. Ansiosos de acceder desde el cientificismo a todo poder. Especialmente el poder de los poderes, que es la política.
Sí, la denostada política. Que también, resulta tan sospechosa cuando sus protagonistas se profesionalizan y toman distancia del hombre común. De las angustias y necesidades del hombre común. Tan vituperada como casta, cuando se la sufre como burocracia. Tan alejada de la democracia como forma de corrupción del arte del buen gobierno para todos e ineludible encrucijada de ella.
Tenemos hasta ahora, en estos alambicados párrafos previos, dos castas esbozadas, para una sociedad moderna que las anida y les permite, pertenecer a la casta superior que las contiene y las subsume entre sus pliegues.
Es como si los estudios de Emile Durkheim (1856-1917)  sobre la división del trabajo, nos permitiera asimilar con auxilio de Max Weber (1864-1820),  desnudar a una casta superior, la cada vez más poderosa.
Y se analiza las dos ramas (política y economía), de la misma casta (burocracia), desnudando sus encantos. Ambas se muestran como las dos caras de una moneda afectada por la inflación. Es decir: de escaso valor.
En su ambigüedad y en el escamoteo de la verdad. En su mixtura. Que, estudiada, es separación y unión al mismo tiempo. Es grieta que une al continente de la pobreza. Algo así como Latinoamérica. Nuestra Latinoamérica, que algún día tendrá que tener una moneda común que la represente y la enorgullezca por ser auténticamente representativa.
La moneda que tenemos y la que nos falta, si no es representativa de nuestra sociedad, pierde el sentido de ser. El que no la respeta, no nos respeta. La Constitución que nos une operativiza para ella el derecho de la Nación.
En el editorial del número de agosto de esta revista, recordamos que el art.   75 inciso 6 de la Constitución Nacional, dispone que es atribución del Congreso ”establecer y reglamentar un banco federal con facultad de emitir moneda, así como otros bancos nacionales” y el inciso 11 faculta a ese poder, el legislativo, el  “Hacer sellar moneda, fijar su valor y el de las extranjeras; y adoptar un sistema uniforme de pesos y medidas para toda la Nación.”
El presidente del Corte Suprema de Justicia doctor Horacio Rosatti, que fuera presidente del IDEL-FACA, hace ya años, en reciente declaración que recogió el diario español El País, el martes 19 de septiembre pasado, fue categórico en sostener: “ si la dolarización elimina al peso es inconstitucional”. Y también: "Con todo el respeto hacia la política y hacia los economistas, es la Constitución la que nos rige a todos, sea economista, político o juez". Y en consonancia, propuso a los candidatos en campaña para las próximas elecciones atenerse a la letra de la Constitución.
Esto que es válido para la charlatanería de los candidatos a presidentes, políticos-economistas o economistas-políticos, también para el Poder Legislativo, que es el que puede definir al tema dentro de sus competencia y sin soportar injerencias extrañas.
 
Regreso al contenido